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"La palabra es el arma de los humanos para aproximarse unos a otros." Ana María Matute

domingo, 2 de octubre de 2011

La Rama Seca (Cuento)

La rama seca
[Cuento. Texto completo]
Ana María Matute
1
Apenas tenía seis años y aún no la llevaban al campo. Era por el tiempo de la siega, con un calor grande, abrasador, sobre los senderos. La dejaban en casa, cerrada con llave, y le decían:

-Que seas buena, que no alborotes: y si algo te pasara, asómate a la ventana y llama a doña Clementina.

Ella decía que sí con la cabeza. Pero nunca le ocurría nada, y se pasaba el día sentada al borde de la ventana, jugando con "Pipa".

Doña Clementina la veía desde el huertecillo. Sus casas estaban pegadas la una a la otra, aunque la de doña Clementina era mucho más grande, y tenía, además, un huerto con un peral y dos ciruelos. Al otro lado del muro se abría el ventanuco tras el cual la niña se sentaba siempre. A veces, doña Clementina levantaba los ojos de su costura y la miraba.

-¿Qué haces, niña?

La niña tenía la carita delgada, pálida, entre las flacas trenzas de un negro mate.

-Juego con "Pipa" -decía.

Doña Clementina seguía cosiendo y no volvía a pensar en la niña. Luego, poco a poco, fue escuchando aquel raro parloteo que le llegaba de lo alto, a través de las ramas del peral. En su ventana, la pequeña de los Mediavilla se pasaba el día hablando, al parecer, con alguien.

-¿Con quién hablas, tú?

-Con "Pipa".

Doña Clementina, día a día, se llenó de una curiosidad leve, tierna, por la niña y por "Pipa". Doña Clementina estaba casada con don Leoncio, el médico. Don Leoncio era un hombre adusto y dado al vino, que se pasaba el día renegando de la aldea y de sus habitantes. No tenían hijos y doña Clementina estaba ya hecha a su soledad. En un principio, apenas pensaba en aquella criatura, también solitaria, que se sentaba al alféizar de la ventana. Por piedad la miraba de cuando en cuando y se aseguraba de que nada malo le ocurría. La mujer Mediavilla se lo pidió:

-Doña Clementina, ya que usted cose en el huerto por las tardes, ¿querrá echar de cuando en cuando una mirada a la ventana, por si le pasara algo a la niña? Sabe usted, es aún pequeña para llevarla a los pagos...

-Sí, mujer, nada me cuesta. Marcha sin cuidado...

Luego, poco a poco, la niña de los Mediavilla y su charloteo ininteligible, allá arriba, fueron metiéndosele pecho adentro.

-Cuando acaben con las tareas del campo y la niña vuelva a jugar en la calle, la echaré a faltar -se decía.

2
Un día, por fin, se enteró de quién era "Pipa".

-La muñeca -explicó la niña.

-Enséñamela...

La niña levantó en su mano terrosa un objeto que doña Clementina no podía ver claramente.

-No la veo, hija. Échamela...

La niña vaciló.

-Pero luego, ¿me la devolverá?
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-Claro está...

La niña le echó a "Pipa" y doña Clementina, cuando la tuvo en sus manos, se quedó pensativa. "Pipa" era simplemente una ramita seca envuelta en un trozo de percal sujeto con un cordel. Le dio la vuelta entre los dedos y miró con cierta tristeza hacia la ventana. La niña la observaba con ojos impacientes y extendía las dos manos.

-¿Me la echa, doña Clementina...?

Doña Clementina se levantó de la silla y arrojó de nuevo a "Pipa" hacia la ventana. "Pipa" pasó sobre la cabeza de la niña y entró en la oscuridad de la casa. La cabeza de la niña desapareció y al cabo de un rato asomó de nuevo, embebida en su juego.

Desde aquel día doña Clementina empezó a escucharla. La niña hablaba infatigablemente con "Pipa".

-"Pipa", no tengas miedo, estate quieta. ¡Ay, "Pipa", cómo me miras! Cogeré un palo grande y le romperé la cabeza al lobo. No tengas miedo, "Pipa"... Siéntate, estate quietecita, te voy a contar, el lobo está ahora escondido en la montaña...

La niña hablaba con "Pipa" del lobo, del hombre mendigo con su saco lleno de gatos muertos, del horno del pan, de la comida. Cuando llegaba la hora de comer la niña cogía el plato que su madre le dejó tapado, al arrimo de las ascuas. Lo llevaba a la ventana y comía despacito, con su cuchara de hueso. Tenía a "Pipa" en las rodillas, y la hacía participar de su comida.

-Abre la boca, "Pipa", que pareces tonta...

Doña Clementina la oía en silencio. La escuchaba, bebía cada una de sus palabras. Igual que escuchaba al viento sobre la hierba y entre las ramas, la algarabía de los pájaros y el rumor de la acequia.

3
Un día, la niña dejó de asomarse a la ventana. Doña Clementina le preguntó a la mujer Mediavilla:

-¿Y la pequeña?

-Ay, está delicá, sabe usted. Don Leoncio dice que le dieron las fiebres de Malta.

-No sabía nada...

Claro, ¿cómo iba a saber algo? Su marido nunca le contaba los sucesos de la aldea.

-Sí -continuó explicando la Mediavilla-. Se conoce que algún día debí dejarme la leche sin hervir... ¿sabe usted? ¡Tiene una tanto que hacer! Ya ve usted, ahora, en tanto se reponga, he de privarme de los brazos de Pascualín.

Pascualín tenía doce años y quedaba durante el día al cuidado de la niña. En realidad, Pascualín salía a la calle o se iba a robar fruta al huerto vecino, al del cura o al del alcalde. A veces, doña Clementina oía la voz de la niña que llamaba. Un día se decidió a ir, aunque sabía que su marido la regañaría.

La casa era angosta, maloliente y oscura. Junto al establo nacía una escalera, en la que se acostaban las gallinas. Subió, pisando con cuidado los escalones apolillados que crujían bajo su peso. La niña la debió oír, porque gritó:

-¡Pascualín! ¡Pascualín!

Entró en una estancia muy pequeña, a donde la claridad llegaba apenas por un ventanuco alargado. Afuera, al otro lado, debían moverse las ramas de algún árbol, porque la luz era de un verde fresco y encendido, extraño como un sueño en la oscuridad. El fajo de luz verde venía a dar contra la cabecera de la cama de hierro en que estaba la niña. Al verla, abrió más sus párpados entornados.

-Hola, pequeña -dijo doña Clementina-. ¿Qué tal estás?

La niña empezó a llorar de un modo suave y silencioso. Doña Clementina se agachó y contempló su carita amarillenta, entre las trenzas negras.

-Sabe usted -dijo la niña-, Pascualín es malo. Es un bruto. Dígale usted que me devuelva a "Pipa", que me aburro sin "Pipa"...

Seguía llorando. Doña Clementina no estaba acostumbrada a hablar a los niños, y algo extraño agarrotaba su garganta y su corazón.

Salió de allí, en silencio, y buscó a Pascualín. Estaba sentado en la calle, con la espalda apoyada en el muro de la casa. Iba descalzo y sus piernas morenas, desnudas, brillaban al sol como dos piezas de cobre.

-Pascualín -dijo doña Clementina.

El muchacho levantó hacia ella sus ojos desconfiados. Tenía las pupilas grises y muy juntas y el cabello le crecía abundante como a una muchacha, por encima de las orejas.

-Pascualín, ¿qué hiciste de la muñeca de tu hermana? Devuélvesela.

Pascualín lanzó una blasfemia y se levantó.

-¡Anda! ¡La muñeca dice! ¡Aviaos estamos!

Dio media vuelta y se fue hacia la casa, murmurando.

Al día siguiente, doña Clementina volvió a visitar a la niña. En cuanto la vio, como si se tratara de una cómplice, la pequeña le habló de "Pipa":

-Que me traiga a "Pipa", dígaselo usted, que la traiga...

El llanto levantaba el pecho de la niña, le llenaba la cara de lágrimas, que caían despacio hasta la manta.

-Yo te voy a traer una muñeca, no llores.

Doña Clementina dijo a su marido, por la noche:

-Tendría que bajar a Fuenmayor, a unas compras.

-Baja -respondió el médico, con la cabeza hundida en el periódico.

4
A las seis de la mañana doña Clementina tomó el auto de línea, y a las once bajó en Fuenmayor. En Fuenmayor había tiendas, mercado, y un gran bazar llamado "El Ideal". Doña Clementina llevaba sus pequeños ahorros envueltos en un pañuelo de seda. En "El Ideal" compró una muñeca de cabello crespo y ojos redondos y fijos, que le pareció muy hermosa. "La pequeña va a alegrarse de veras", pensó. Le costó más cara de lo que imaginaba, pero pagó de buena gana.

Anochecía ya cuando llegó a la aldea. Subió la escalera y, algo avergonzada de sí misma, notó que su corazón latía fuerte. La mujer Mediavilla estaba ya en casa, preparando la cena. En cuanto la vio alzó las dos manos.

-¡Ay, usté, doña Clementina! ¡Válgame Dios, ya disimulará en qué trazas la recibo! ¡Quién iba a pensar...!

Cortó sus exclamaciones.

-Venía a ver a la pequeña, le traigo un juguete...

Muda de asombro la Mediavilla la hizo pasar.

-Ay, cuitada, y mira quién viene a verte...

La niña levantó la cabeza de la almohada. La llama de un candil de aceite, clavado en la pared, temblaba, amarilla.

-Mira lo que te traigo: te traigo otra "Pipa", mucho más bonita.

Abrió la caja y la muñeca apareció, rubia y extraña.

Los ojos negros de la niña estaban llenos de una luz nueva, que casi embellecía su carita fea. Una sonrisa se le iniciaba, que se enfrió en seguida a la vista de la muñeca. Dejó caer de nuevo la cabeza en la almohada y empezó a llorar despacio y silenciosamente, como acostumbraba.

-No es "Pipa" -dijo-. No es "Pipa".

La madre empezó a chillar:

-¡Habrase visto la tonta! ¡Habrase visto, la desagradecida! ¡Ay, por Dios, doña Clementina, no se lo tenga usted en cuenta, que esta moza nos ha salido retrasada...!

Doña Clementina parpadeó. (Todos en el pueblo sabían que era una mujer tímida y solitaria, y le tenían cierta compasión).

-No importa, mujer -dijo, con una pálida sonrisa-. No importa.

Salió. La mujer Mediavilla cogió la muñeca entre sus manos rudas, como si se tratara de una flor.

-¡Ay, madre, y qué cosa más preciosa! ¡Habrase visto la tonta ésta...!

Al día siguiente doña Clementina recogió del huerto una ramita seca y la envolvió en un retal. Subió a ver a la niña:

-Te traigo a tu "Pipa".

La niña levantó la cabeza con la viveza del día anterior. De nuevo, la tristeza subió a sus ojos oscuros.

-No es "Pipa".

Día a día, doña Clementina confeccionó "Pipa" tras "Pipa", sin ningún resultado. Una gran tristeza la llenaba, y el caso llegó a oídos de don Leoncio.

-Oye, mujer: que no sepa yo de más majaderías de ésas... ¡Ya no estamos, a estas alturas, para andar siendo el hazmerreír del pueblo! Que no vuelvas a ver a esa muchacha: se va a morir, de todos modos...

-¿Se va a morir?

-Pues claro, ¡que remedio! No tienen posibilidades los Mediavilla para pensar en otra cosa... ¡Va a ser mejor para todos!

5
En efecto, apenas iniciado el otoño, la niña se murió. Doña Clementina sintió un pesar grande, allí dentro, donde un día le naciera tan tierna curiosidad por "Pipa" y su pequeña madre.
6
Fue a la primavera siguiente, ya en pleno deshielo, cuando una mañana, rebuscando en la tierra, bajo los ciruelos, apareció la ramita seca, envuelta en su pedazo de percal. Estaba quemada por la nieve, quebradiza, y el color rojo de la tela se había vuelto de un rosa desvaído. Doña Clementina tomó a "Pipa" entre sus dedos, la levantó con respeto y la miró, bajo los rayos pálidos del sol.

-Verdaderamente- se dijo-. ¡Cuánta razón tenía la pequeña! ¡Qué cara tan hermosa y triste tiene esta muñeca!

FIN



La niñez en “La Rama Seca”: un análisis del estilo de Ana María Matute

December 5th, 2007
Como autora, Ana María Matute se conoce por sus observaciones sobre la niñez, especialmente en casos extraños. Estos casos incluyen niños enfermos, retrasados, y solitarios. En el cuento “La rama seca” que se toma de la novela Historias de la Artámila, Matute escribe sobre el primero: una niña con una enfermedad fatal. Las descripciones de Matute sobre la niña muestran sus pensamientos de la niñez—en su opinión una etapa de la vida separada e independiente de las otras edades. En esta selección de la novela, la niña aparece separada de la sociedad, y vemos esta situación típica de Matute en el diálogo, las imágenes de la muñeca, y el simbolismo.
El diálogo en el cuento muestra el estilo típico de Matute. El mejor ejemplo del diálogo ocurre entre la doña Clementina, la esposa del médico en el pueblo, y la niña, o la protagonista del cuento. En este cuento parece como doña Clementina tiene la relación mejor con la niña, pero cuando doña Clementina trata de comprar una muñeca nueva por la niña, esta cambia. “No es ‘Pipa’ –dijo—. No es ‘Pipa’” (Matute, 165). La niña se enojó a causa de la falta de entendimiento de doña Clementina del valor de la “Pipa” original. La falta de entendimiento de doña Clementina representado en el diálogo muestra la separación del mundo que la niña experimenta.
“The reader is soon aware of Matute’s preoccupation with such themes as social injustice, the physical or emotional flight from reality, oppression, solitude, the lack of communication, death, idealism which crumbles into despair, and the plight of the innocent but wretched children whose escape into fantasy is preferable to the adult world that awaits them,” (Beeson, 157).
Si la niña hubiera tenido una conexión normal con el mundo, habría entendido el gesto de amistad que trató doña Clementina. Pero a causa de su enfermedad y la solicitud que se siente, no entiende las normas sociales y sólo quiere la “Pipa” original, debido a la relación que ella tenía con su muñeca.
El papel de la muñeca es muy importante en este cuento porque la muñeca llena el espacio que nadie humana puede hacer por la niña. A causa de la enfermedad de la niña, ella tiene problemas con relacionar con otra gente, o es posible que este problema es un resultado de su edad (tiene seis años, más o menos). Sin embargo, por su muñeca, ella puede expresarse; por crear el carácter de la muñeca, ella tiene la amiga ideal. Matute describe la muñeca como hecho de una ramita seca por la niña sí misma. Esta imagen tiene muchos significados. El primero es que la rama probablemente había caído del árbol cuando la niña la encontró. Y aun si la rama no había caído antes de la niña la encontró, todavía está separada de las otras ramas ahora que existe como muñeca. La separación de la rama y las otras ramas en el árbol representaría la separación de sociedad que se siente la niña. El segundo es que la muñeca tiene muchas imperfecciones: se hace por las manos de la niña (que obviamente no es una hacedor de muñecas profesional) y se hace de una rama—no es una representación de una figura humana. No es una muñeca que se compra en una tienda (como la muñeca que doña Clementina compra para la niña), es algo que por los ojos de muchos, es una cosa muy fea y no-natural. Es muy semejante a como la gente mira la niña, o a menos como piensa la niña que los demás miran a ella. La tercera y última imagen con la muñeca de la niña viene del hecho que doña Clementina no podía crear nada que aparecía cerca de la muñeca original, “Pipa.” En todas sus tentativas, no podía producir nada que agradeció a la niña. Esta muestra que es posible que la niña tiene una enfermedad muy rara, y por eso no hay otras personas similares, como no es posible producir una muñeca similar a “Pipa.” Las imágenes de la muñeca tienen mucha importancia en entender el carácter de la niña y el estilo típico de Matute. Pero también hay mucho significado en el simbolismo del cuento.
Finalmente, el simbolismo da un buen ejemplo del estilo típico de Ana María Matute. Primero, si la muñeca es una representación de la niña, como se dijo en el párrafo antes, el descubrimiento de la muñeca en el invierno podría representar el mundo frío alrededor de la niña, un mundo donde aun sus padres no tenían mucha emoción hasta su hija. Como decía la madre: “…¡Esta moza nos ha salido retrasada!” Y decía el padre: “¡Ya no estamos, a estas alturas, para andar siendo el hazmerreír del pueblo! Que no vuelvas a ver a esa muchacha: se va a morir, de todos modos…” (Matute, 165). Es posible que este hecho es la razón por la tristeza de doña Clementina al encontrar la muñeca enterrado entre las escamas de la nieve. La niña tenía que salir el mundo antes de sentirse el amor en su vida. Y es esto, el amor hasta la niña, que doña Clementina quería proveer en su vida. La muerte antes de estos sentimientos en la vida de la niña es una cosa característica de Matute. Como dice Beeson: “The poetic richness, the musicality, and the rhythm of the settings; the use of colors, metaphors, synesthesia, and prospoeia all contribute to a style which is easily recognizable,” (Beeson, 157). El escenario en que doña Clementina encuentra la muñeca no es accidental; ni el uso de la muñeca como microcosmo por la niña. Matute quiere que se de cuenta de la tristeza de la realidad en que vivía la niña, pero al misma vez, Matute disimula la dureza de esta realidad en el cuento de una muñeca.
El estilo de Matute se reconoce fácilmente por un protagonista joven que está separada del mundo en una manera u otra y muchas veces este personaje muere sin razón. En todos maneras, incluso el diálogo, las imágenes de la muñeca, Pipa, y el simbolismo, se puede ver las semejanzas entre el joven típico de Matute y la niña representada en el cuento. Por la tristeza de la vida solitaria de la niña se ve el trabajo de Ana María Matute.

2 comentarios:

  1. Me parece que la reacción de la nena, no va por una cuestión social, o de no reconocimiento de convencionalismos sociales (que niño de cinco años, podría dimensionarlos, por más que viva en nueva york), sino de una cuestión de afecto e identificación. El amor de la niña por la muñeca y la conexión que tienen, radica en la simpleza y la honestidad del amor inocente e incondicional. Ahi radica la belleza del cuento. Finalmente, creo conveniente aclarar que la nena, nunca se enoja ante la llegada de nuevas pipas, sino que se entristece. Entre el enojo y la tristeza, hay un mundo de diferencia. Saludos desde México.

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  2. El hallazgo de la Pipa original, que está debajo de la tierra fría, quemada, quebradiza y descolorida, representa a la niña en la tumba.

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